Día de la Raza: la diversidad que alimenta nuestra identidad

En cada esquina del país hay un aroma, un sabor, una costumbre que recuerda que la diversidad cultural en Argentina no se limita a tradiciones, lenguas o celebraciones: también se expresa en lo que comemos. Desde las empanadas del norte hasta las pastas de la inmigración italiana o las milanesas que forman parte de la mesa familiar en cualquier provincia, la identidad argentina se alimenta de muchas historias.

Esa riqueza es también una oportunidad: reconocer que la diversidad de nuestros platos puede ser el punto de partida para una nutrición más completa y equilibrada.

Según la Encuesta Nacional de Factores de Riesgo (ENFR, 2019), solo el 6% de la población consume las cinco porciones diarias de frutas y verduras recomendadas por la Organización Mundial de la Salud (OMS). El promedio apenas llega a dos porciones. Es decir: aunque nuestra mesa es diversa, no siempre logramos traducir esa riqueza cultural en una alimentación que contribuya a la salud. La pregunta es inevitable: ¿cómo transformar esa diversidad en un verdadero aliado nutricional?

Un estudio sobre los Patrones Dietarios en la Población Argentina basado en los resultados del Estudio Latinoamericano de Nutrición y Salud distingue cinco patrones dietarios: Oeste, Oeste local y Rural caracterizados por un alto consumo de grasas animales, bebidas azucaradas, carnes, pizza y empanadas, dulces, repostería y un bajo consumo de frutas y verduras. El patrón Tradicional se caracterizó principalmente por el consumo de aceites, verduras con almidón y carnes rojas y el patrón Prudente Dulce con leche y yogur, verduras, frutas, bebidas endulzadas artificialmente, dulces y galletas.

Poniendo bajo la lupa esta realidad alimentaria vemos la necesidad de promover un cambio sustancial en la composición de la dieta, de forma que esté en línea con las recomendaciones nutricionales. Al mirar más de cerca, la diversidad cultural ofrece ventajas nutricionales concretas:

  • Legumbres: ricas en proteínas, hierro y fibra. El país es un destacado productor, pero el consumo promedio es muy bajo.
  • Cereales y pseudocereales como el maíz y la quinua: de fuerte tradición indígena, hoy recomendados en planes de alimentación equilibrados.
  • Aceite de oliva y verduras frescas: herencia mediterránea, parte de la dieta de las comunidades inmigrantes.
  • Carne: eje de la cultura local, pero con posibilidad de hacer un consumo pensando en lo nutricional, se sugiere elegir aquellos cortes magros y acompañar con vegetales.

A esto se suma un fenómeno global que también llega a Argentina: la búsqueda de alimentos funcionales y suplementos proteicos. Según Fabiana Cremer García, miembro del Consejo Consultor de Nutrición de Herbalife, los batidos y productos de proteína son uno de los segmentos de mayor crecimiento en la región. Integrar estas opciones puede ser una opción para contribuir a una alimentación nutritiva.

Si complementamos nuestras comidas con productos diseñados con base científica —como suplementos de proteínas, vitaminas o fibras—, podemos ayudar a cubrir necesidades específicas.

La diversidad cultural no se vive igual en todo el país: los hábitos alimentarios varían según región, edad y nivel socioeconómico. Incorporar esta heterogeneidad al debate nutricional es clave, porque nos recuerda que no existe una única estrategia válida: necesitamos educación alimentaria y también el acompañamiento de empresas que, como Herbalife, aporten ciencia y herramientas para brindar alternativas nutritivas que complementen la alimentación en contextos muy distintos.

En el Día de la Raza nos recuerda que no existe una única manera de ser argentino ni una única forma de comer. El desafío común es aprovechar esa riqueza para cuidar nuestra salud. Reconocer nuestras raíces, adaptar nuestras recetas y sumar el conocimiento científico puede convertir la diversidad en un aliado del bienestar.